no gotean mis venas
por tu desamor
ni por la ausencia de tus labios en mi cuerpo
o por la falta de alegría
en tu rostro al verme,
ni aún porque tus ojos
hayan perdido su sonrisa
no pierdo mi fluido vital
porque hayas cerrado los canales
por donde navegaban
nuestros improbables intentos de comunicación
ni porque con tus tontos prejuicios
bloquees tus oídos
a nuevas acepciones de mis palabras
no se forma un charco carmesí rodeándome
por tu fría actitud
que congela cualquier intento de mi parte
ni porque me hayas inducido
a expulsarte de mis fantasías
o por tu actitud propia de avestruz
de esconder la cabeza
y mimetizarte en la cotidianeidad
esperando que pase la tormenta
y mucho menos
porque seas incapaz
de encender una luz
cuando nos rodea la oscuridad
lo que me desangra
es tu incesante modo
de mostrarme mi frágil equilibrio
desmoronando mis ideales,
el ver cómo, sin esfuerzo alguno,
logras convertirme
en lo que más detesto,
el modo en que haces brotar
lo peor de mi
sin dejarme espacio
para sacar algo bueno
de mi interior
y saber,
de algún modo,
que en parte
yo también soy responsable
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